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"Es la mundanidad humana la que salvará a los hombres de los peligros de la naturaleza del hombre"
Hannah Arendt

28 febrero, 2014

INSOMNIO


SANDRA CAULA

(a propósito de un paper de John Beverly)



Donde dice:

“una alternativa al auge de los modelos neoliberales, tanto en el trabajo de la cultura como en la economía política”



Debería decir:


No son mareas rosas o rojas, son 200 mil muertos. Ríos de sangre encarnada. Como la de los sobrinos de mi amigo Xavier.


Los motorizados que atracaron a Eliseo han podido matarlo.


También el muchacho que le quitó el celular a Diego.


¿Será verdad que a esa mujer la violaron delante de su marido porque con chávez manda el pueblo?


Allá en la playa, Melita, lanzan cuchillos / Allá en la playa, Melita, lanzan puñales.


El odio bajo los samanes.


Mi hijo murió sin bajar ni una vez al parque solo.


Menos mal que Inger manejó tan bien la situación el día que los atracaron en el odontólogo. Los niños pensaron que la pistola era de mentira y que esconderse en el baño era un juego.


Frente a la barbarie / hay / un cierto aire de cordura / que es verdaderamente / repugnante.


Annapurna. París o Barcelona. Gracias Google Earth.


La lista de Tascón.


La cuñada del chacal entró a mi oficina ganando más que todos y todos nos callamos. ¿Qué podíamos hacer?


¿Habrán llegado bien a Valencia Sabina, Sofía y Miguel Ángel?


De verdad que mi país limita por el norte con la cota mil, por el sur con la Francisco de Miranda, al este Boleíta, al oeste La Castellana.


La maldita circunstancia del dólar por todas partes.


Nos encontramos en Nueva York para suavizar la pena. No había pasajes para venir a ver a mamá. Como nos queremos tanto hablábamos sobre cáscaras de huevos.


Respira, respira.


2000% de inflación y 1000% de incremento en los precios del petróleo.


Los diarios de Rafael en papel bond.


Estar con otros es arte de comas, dice también Igor, aquí van puros puntos.


“Al que le vuelva a decir que usted no es de aquí dígale que hable conmigo”, me dijo el hombre. Me provocó abrazarlo.


Corina en Moscú y las obras sobre papel abandonadas. Ya nadie intercambia jaleas de mango y esa calle está llena de huecos.


Si no me quedo quieta voy a despertar a Julio. En Anaco los pranes cobran vacunas. Ya no se puede ir a Río Caribe, se va la luz y el narcotráfico hace alcabalas. ¿Será verdad que el médico cubano quiso llenar la planilla antes de atender a su madre desmayada?


Se fue Valentina. Se fue López. David gradúa médicos que también se van.


Ya ni siquiera Los Pasos Perdidos, para aliviarnos en las tardes.


También mataron al señor David, que construyó esta casa.


No. No se puede pasar, así como si nada, por las aulas de María Fernanda, de Rafael Cadenas, de Guillermo Sucre.


Penitenciario. Y Ángela entrando en la Torre de David y en la Ciudad Vacacional Los Caracas.


Los pelos en la almohada del hotel Cumanagoto.


Los yates chinos en el club Playa Grande.


Silvana no conseguía cemento para terminarle pronto el cuarto a mamá. A veces no hay tiempo para la paciencia.


Josefa no tiene agua hace meses.


Pasa el tiempo muy raro ahora.


Fuimos a visitarlos y hacía más de una semana que no los subían a tomar el sol. ¿Te acuerdas, Nathalia?


La memoria de Samuel me conmueve.


Es tan extraña la ingratitud.


Van a dejar morir a Simonovis.


No vi Cuerpo de exilio, no vi el cuerpo de William.


Blanca también volvió a Buenos Aires, era demasiado ver dos veces su país partir.


Vi, la vi, a esa gente que clavaba clavos en las puntas de los palos para esperar a los marchistas.


Los medicamentos para la hipertensión pulmonar ahora vienen de la India. Los estudios médicos sobre su efectividad no son concluyentes.


¿Pero es que se puede citar a Lenin después de Ajmátova, de Mandelstam, de Shalamov?


¿Cuál literatura? ¿Qué sabe de literatura quien tiene el corazón abstracto?


¿Está la realidad en los análisis que se vuelcan en papers arbitrados?

23 febrero, 2014

TIEMPOS DE EBULLICIÓN


“…la desintegración social es tanto una afección como un resultado de la nueva técnica de poder"
Zygmunt Bauman


JUAN CRISTÓBAL CASTRO




Todo en caliente. Es un riesgo. Las verdades se construyen desde la distancia en relatos bien armados, con adjetivos sopesados, con argumentos calibrados. Pero no queda otra. La urgencia lo pide. Triste, porque así nos ha llevado el chavismo a un despeñadero; nada más propicio para la aceleración moderna que proclamar un país como revolucionario y llevarlo a la nada.

Pero la muerte también acelera las emociones, nos pide actuar con lo que tenemos, es decir, con una computadora en un día frío en Bogotá. Escribo sin concentrarme. Varias personas que ya no estarán con nosotros: el 14 de febrero un seguidor del gobierno de un Colectivo y dos estudiantes, el 19 de febrero una ex-miss estudiante y al parecer una persona de Puerto Ayacucho, el 21 de febrero el cadáver que dejaron de un muchacho desnudo en un clínica con una fractura en el cráneo. Y siguen todavía. Muchos heridos, algunos de ellos torturados con electricidad (se habla también de violaciones) y otros situados en cárceles de criminales comunes, teniendo que negociar con los “pranes” para que los cuiden. Casi 500 civiles retenidos por protestar. Las calles se ven en fotos destruídas, incendiadas.

Me quedo sin palabras. Las redadas que uno ve en los videos aficionados muestran a militares o policías pateando a gente, robándolos, insultándolos. Esos actos de violencia parecieran constatar no tanto que son producto de una orden clara e instrumental, que puede ser posible (en estos momentos todo es posible), sino más bien de un profundo sentimiento de odio e impunidad. La violencia no pareciera ser de Estado, sino de falta de él, que se une a un discurso sectario que ha ido germinándose por más de quince años en las conciencias de estos funcionarios.

Es triste. Me pone a pensar en los mecanismos de poder. Los estados represivos que se hacen llamar de “izquierda” se ocultan bajo discursos humanistas. No “desaparecen”: asesinan delante de todo el mundo con argumentos morales. Si los de derecha justifican todo con el orden, la limpieza, la tradición y tratan sus oponentes como escorias, cometiendo sus actividades en la noche y con cierto asco, los de izquierda lo hacen por “principios”, para buscar restablecer valores como la justicia, la igualdad, la solidaridad, incluso la “otredad”. Es menos contundente, pero más cruel. Sus muertos a veces no son tan “mercadeables” por el razonamiento que imponen: hay otros muertos, nos dicen, como lo son los pobres del capitalismo. Degradan así el cuerpo, la conciencia, la dignidad en la retórica victimaria y moralista. Nos educan a legitimar la violencia, asumiendo que está bien por defensa del movimiento porque son minorías o subalternos, porque el poder y la culpa está siempre afuera. Hieren desde la palabra, revirtiéndola y manipulándola, y necesitan siempre de críticos capitalistas para justificarse. Se esconden desde la visibilidad mediática, desde el imperativo ético, desde la compasión fácil, desde la pobreza y el sentido de culpa.

Venezuela está mal. El 20 de febrero en la noche un amplio operativo entre Guardias Nacionales y colectivos fueron con todo contra los estudiantes y guarimberos. Táchira asediada: sin agua, sin conexión. Veo todo lo que viví en estos quince años otra vez en las escenas de las marchas, de los infiltrados. Yo vi motorizados disparar hace tiempo atrás, yo presencié cómo cuando salíamos a la calle nos golpeaban o amenazaban agentes de seguridad. Eso lo viví. Pero pasaron errores estratégicos, irresponsabilidades, y terminé siendo yo, junto a otros, “culpables”: burgueses tergiversadores de la realidad, neoconservadores arielistas, sifrinos. De nuevo pasa lo mismo, ahora con un black out informativo, con censura a las redes, con autocensura de las televisoras, y con discursos incendiarios.

Sin embargo, el silencio internacional llama la atención. El nuevo orden mundial ha cambiado. De un modelo neoliberal, ha pasado a un modelo de capitalismo mafioso. China, Rusia se alían con Latino-américa. Brasil tiene voz, y Estados Unidos, salvo sus negocios y los radicales académicos latinoamericanistas (profesionales para mercadear las violencias del continente y ganar líneas en el “CV”), se repliega. ¿El imperio, la explotación? Sí, en empresas de Brasil, de China, de Rusia, de Argentina, de Uruguay. También petróleo a Cuba, mientras no hay leche, papel higiénico, y la inseguridad acecha sin planes claros y concisos.

Mientras tanto subalternistas y post-subalternistas desde los bellos hoteles de LASA pontifican, y los decoloniales hacen sus giras con viáticos interesantes para defender el gobierno, y populistas citan a Gramsci para exponer el modelo de utopía posible. Los siguen los altermundistas, desde la tierra carioca, y después están los post-hegemónicos, más críticos y más radicales, sacando cuentas en sus revistas arbitradas por el final de los tiempos neoliberales.

¿Quién tiene el derecho de hablar sobre Latinoamérica? Brasil, Argentina, México, Chile, Argentina. Pero poco o nada Costa Rica, o Colombia, o Paraguay. Menos todavía la Cuba crítica o la Venezuela opositora. Por eso la bella Camila comunista es líder de los estudiantes y expresa un sentimiento general, y no los venezolanos estudiantes que son de “derecha”, o los cubanos que ni existen.

Así estamos. Pocos países se  pronuncian. Sólo Santos y Piñera. Sólo Estado Unidos y Canadá. Sólo la “derecha”, el “imperio”. Brasil espera tranquila, Uruguay cuenta los muertos y los compara con los dólares petroleros, con los beneficios políticos. “Nosotros tuvimos muchísimos desparecidos”, dirá un argentino, y Galeano contendrá las venas de América Latina pensando en su próxima alocución. El bien estratégico del continente es mayor; la independencia frente al imperio y el eurocentrismo es importante de preservar a toda costa. Eso dirán.

Pienso todo eso y tiemblo. No puedo hacer nada. Pero, ya va: sí puedo hacer. ¿Qué? Pensar. Hay que pensar. Ese es el derecho que defendemos: el de la crítica y pensamiento, el de la libertad. Además, la realidad es compleja. No es fácil. Escribo entonces algunas cosas, que se las puede llevar el viento.



2.- Miradas equívocas

            En Venezuela hubo una guerra de miradas desde 1999. Para el dos mil siete terminó de imponerse una con la geopolítica latinoamericanista. La mirada molar describe un gobierno legítimo, una democracia abierta, no sin ciertas contradicciones y exotismos, no sin ciertos adversarios y enemigos internacionales. Frente a esa perspectiva de grandes proporciones, se cuela de vez en cuando la mirada molecular (a veces manipulada por grupos interesados de la “derecha neoliberal”, hay que admitirlo, y a veces tomada en cuenta por la solidaridad y valentía de periodistas, investigadores e intelectuales que conocen bien la situación). Ese otro ángulo muestra un régimen profundamente autoritario, una tiranía plebiscitaria bajo una nueva forma de militarismo: moralizador y corrupto, civil y demagógico.

            Del dos mil siete hasta el dos miel trece la disimetría entre ambas miradas era todavía “manejable”. Pese a que el régimen no dejaba de tener el monopolio de la violencia legítima, los medios de producción (desde que tomó la petrolera como caja chica), y el amplio espacio de solidaridades latinoamericanistas y negocios económicos, todavía podía dar la sensación de que era víctima de poderes oscuros ya que había uno que otro canal posible para colar la mirada molecular y así poder decir internacionalmente que tenían “enemigos”. Después de la muerte de Chávez, esa desigualdad se acentuó y terminó en una nueva forma de dominación. Ya no tenían además el fetiche del Estado Mágico: ni la figura teatral que inspiraba tanto cariño y miedo, ni el chorrerón de petróleo que mantenía a la gente contenta.

 Antes, con el chavismo, el régimen controlaba el sistema judicial, el sistema legislativo, el gobierno, la fiscalía, la defensoría del pueblo, gran parte de las calles con los colectivos; todavía, bajo presión y amenaza, daba cabida a ciertos medios de comunicación. Ahora, la revolución avanzó después de la muerte del ídolo: compraron las televisoras “críticas”, y el proceso de control se hizo más férreo. Lo molar trabaja ya más claramente con los massmedia donde la lógica del Estado reparte los órdenes de visibilidad de la verdad, y lo molecular, si bien se cuela a veces en lo molar, trabaja en otro orden de visibilidad, dependiente de las redes sociales.

            Tres políticas del enceguecimiento han promovido la invisibilización de lo molecular. La primera sigue el paradigma polarizador, construido por el chavismo. Su esquema amigo-enemigo, tan defendido por un pensador autoritario como Laclau, definió un paradigma interpretativo para explicar una realidad: dos instancias homogéneas y vacías que están en pugna permanente. Periodistas e investigadores, siguiendo la lógica propia de sus profesiones, contribuyeron a maximizarlo; para ser objetivos, imparcialidades, confunden  neutralidad con justicia, objetividad con ética. Leen en dos bandos: estos aquí, los otros allá. La verdad de crímenes, persecuciones, des-informaciones, represiones, se quedan repartidas entre dos lugares con igual proporción de poder, de interés.

            A lo anterior se suma el mismo lenguaje binario e ideológico. Desde el simplismo propagandístico de marxistas vulgares, hasta los más sofisticados de la academia radical que desplazan la vieja pugna entre el comunismo contra el capitalismo a la confrontación entre el subalterno contra el neoliberalismo, o entre la hegemonía multipolar contra la hegemonía imperial, por más que insistan que han aprendido después de la caída del muro de Berlín.

Muchos de ellos no defenderían un gobierno como el venezolano en sus países, pero desde las distancia ven que cumple un rol importante para estratégicamente usarlo como contraejemplo en sus propias realidades. La ética individual se deja de lado por la razón estratégica e instrumental, paradójicamente en personas que mantienen un discurso que defienden el valor de la otredad, de la solidaridad y otros significantes afectivos que han mercadeado muy bien.

            Por último, y fuertemente vinculado a lo anterior, vemos el discurso victimario del Estado que borra el lugar de poder que tiene: son legítimos representantes de los subalternos, de los excluidos, de los marginados, que han abierto nuevos espacios de politización a actores invisilizados. El gobierno, constituido en una élite militar que controla el aparato productivo del Estado (el petróleo) y que ha logrado la sumisión del empresariado venezolano (con regalías, chantajes, sobornos y negocios), se erige como el único representante de la víctima latinoamericana que lucha por su emancipación contra las tergiversaciones del poder de las grandes empresas transnacionales, de las grandes cadenas internacionales, de los grandes intereses liberales y neoliberales que trabajan en bloque.



3.-Situación en Venezuela

            Ahora quiero cambiar de ángulo. Dirigir mi “mirada” a otro punto. Hablar de la oposición. La situación es grave. No se leyó la realidad. El esquema electoral necesitó unirse a otras demandas. La unión sólo giraba en torno a mecanismo de elección. Se decidió en las primarias. Al terminar el ciclo, se hicieron visibles las diferencias, los intereses, las estrategias.

Un sector más social-democrático, al estilo de los viejos partidos, y un sector más liberal y radical, que vienen de la anti-política, chocaron. Chocaron también personalidades: uno cauteloso y constante, otro desesperado y activo. Chocaron estrategias: una sólo electoral, otra sólo de protesta. Es triste. ¿Hubo voluntad de dialogar, de ponerse de acuerdo? Por lo visto no. Mal signo. ¿No es acaso el problema que trajo el chavismo? Me refiero a la imposibilidad de integrar, no sin tensiones y desavenencias (que son productivas), estas tendencias.

Muchas de sus diferencias se resumen en el término “mayoría”. Uno parte del supuesto de que la legitimidad se gana conquistando esa mayoría siguiendo la lógica electoral, mientras el otro parte del supuesto de que esa mayoría es sólo parte de muchos otros mecanismos de legitimación (está el del ejercicio gubernamental, el del respeto a las leyes, el de la pluralidad) y que la participación electoral, tal como hemos visto en estos años, está coaccionada por la maquinaria clientelar y la manipulación de las reglas de juego.

A mi modo de ver, ambas posiciones tienen razón. Eso implica un esfuerzo difícil que requiere de gran habilidad para poder moverse con soltura en ambos espacios, cosa que han hecho pero de forma irregular. No es fácil. Hay que trabajar en el discurso, en la simbología, en el imaginario. No basta con ir a la calle, ni fundar escuelas, aunque es importante. La lucha no es sacar a Maduro, o en su momento a Chávez, la lucha es hacer ilegítimo a este proceso revolucionario, y eso no se ha entendido bien; por eso la oposición ha sido obtusa, incapaz de entender que el trabajo es simbólico también. Tiene que ver con  desarmar sus mitos e imaginarios, que permiten una construcción identitaria que hace ver al opositor como un “enemigo”. Por más que éste dé razones y argumentos muy válidos, por más que se deje torturar y se inmole ante ellos, siempre será visto como un enemigo del “proceso”.

Mientras tanto salieron los estudiantes. Todavía no sabemos si incentivados por uno de los grupos. Habrá que ver eso en el futuro. Pero igual, ya están en la calle. Hay descontento. Nadie hasta ahora los conduce. Empezó, según dice, en Táchira. Un intento de violación en un recinto universitario los sacó. La respuesta del gobierno fue dura y eso produjo un efecto dominó. Era de esperarse. Ellos no pueden dejar que pase su futuro así, sin garantías. Es duro. También la situación era insostenible. No se podía dejar a la buena de dios. Videos corren con salvajes violencias. El 20 de febrero en la noche un despliegue militar, policial y paramilitar como nunca arreció en distintos lugares de Venezuela. El Estado represivo apareció. Venimos de una democracia plebiscitaria, a una tiranía de las mayorías, para terminar en una dictadura “legítima”.

            Si hay agenda oculta, o simple irresponsabilidad, no lo sabemos. No hay pruebas. Lo importante es que la calle está encendida y algo hay que hacer. Como ciudadano, uno debe exigir conducción. No apaciguamiento: conducción. Atrás las rivalidades, las peleas. ¿No somos republicanos? Todos tenemos los mismos objetivos, pero la diferencia está en cómo llegar a ellos. Que se aclare entonces el mensaje. Que se diga bien, y desde ahí vamos sumando con un cronograma claro. Que después se unan otros mensajes y demandas, prefecto, pero primero lo primero: la justicia y la libertad de los chamos. Que haya una Comisión de la Verdad, que se responsabilicen los que infringieron la ley, que se desarman a los colectivos, que se trabaje en conjunto.

            Debe haber unidad. Es la única manera en que el mensaje llegue. Así lo creo, y mientras pienso todo eso me vienen las imágenes de Leopoldo entregándose en un acto conmovedor y teatral; no le quedaba otra, si quería mantener su capital político. Desinfló al gobierno al mostrar que no tenía intenciones terroristas. Quería incitar la protesta, eso sí. ¿Lo logrará? ¿No era irresponsable sin una estrategia clara, más allá de la vía para salir de Maduro? Fue su día, pero hay que ver qué pasará después. Se ganó el corazón de todo el mundo, incluso de los más escépticos. Pero ahora sólo pienso en los muertos, en los chamos torturados; en una joven que perdió un ojo y terminó muriendo de la manera más brutal. Pobre.

El acto sacrificial de Leopoldo brilla por su simbología. Camisas blancas, gente marchando en la calle. Apareció y dio un discurso sobrio. Besó a su esposa y con una flor se entregó. El gesto rompe los esquemas. Tumba. No deja de ser revelador. Algo cliché, sin duda, pero resucita todo un imaginario: el profesional José Félix Rivas derrotado por el caudillismo de Boves, Carujo apresando a Vargas, Gallegos sufriendo el golpe de Estado de los militares. En definitiva, toda una simbología recurrente en el país del “martirio civil”, es decir, del mundo profesional fatalmente cediendo al caudillismo militar. Fue atrevido de su parte entregarse, pero abre todo un capital simbólico que después va a tener consecuencias; algunas de ellas problemáticas, no lo dudo, sobre todo para aquellos que buscamos criticar el poder de la simbología mesiánica, personalista y heroica del país. Tuvimos demasiado con Chávez.

            Después de todo, si vemos con cuidado, el “Estado mágico” ha ido operando secretamente entre nosotros: la historia la analizamos como una construcción del poder de padres bueno o malos, nuestras relaciones laborales dependen de un hombre macho que imponga las cosas y nuestros liderazgos opositores se han visto sólo desde la perspectiva de tomar el poder desde arriba: con golpes (como pasó con el 12 de Abril, o con elecciones presidenciales). David Smile apuntó algo sobre el discurso de López que nos arroja duda, aunque también lo podemos ver en muchos de nuestros líderes: “Nor does he provide any clear diagnosis or vision of the country. He runs through the problems people face—crime, corruption, inflation, scarcities—but there is no discursive work with images of democracy, socialism, liberalism, Venezuela, Latin America that might make meaningful the situations Venezuelans are experiencing”.

Nuestra cultura sólo ve la política desde el poder, desde una lógica de encarnación y no de representación. La simbología que poseemos para defender los valores amenazados es chata. Pero eso no quita que las cosas puedan cambiar. No hay que ser deterministas. Lo importante ahora es que necesitamos de conducción para salir de este atolladero, de líderes que trabajen juntos, de una estrategia clara. Somos republicanos, insisto. Falta presionar la comunidad internacional. Ellos pueden parar esto, sobre todo los grandes países latinoamericanos. Brasil, si hay más muertos es por tu culpa. Por tu sola culpa. Que pese sobre ti lo que suceda en Venezuela.

Ahora, Henrique ofreció una opción: la iglesia. Quizás esa es otra vía. Veamos. Al parecer está ese diálogo con Maduro este lunes. No le creo. Tiene que dar indicios claros de que quiere aceptar a mitad del país. Igual hay que ver.




4.-Construir ciudadanía

            Entretanto, vuelvo a los estudiantes. Acerco más mi mirada para verlos bien, para seguirlos. ¿En qué nos interpelan? En varias cosas. Primero, en darnos cuenta cómo hemos normalizado una situación insostenible: corrupción, escases, miedo. Segundo, en restablecer una vez el tema de los valores: ¿queremos o no queremos sacrificarnos por una vida más decente? Tercero y último, en reivindicar una instancia de nuestra ciudadanía perdida y abandonada.

            La ciudadanía es un concepto como muy solemne, mal visto para culturalistas lectores de Deleuze. Tiene tres vectores. El primero es el formal y disciplinario. Los videos de Martha Miranda enseñándonos a votar la basura, explicándonos no tocar mucha cornetas en calle con una bella sonrisa en los labios. Recuerdo cursos en el colegio sobre ciudadanía que eran profundamente esquemáticos para ser “buenos niños de papá”. Esa tradición se remonta al Manual de Carreño y confunde valores con reglas de cortesía. Sirve hasta cierto punto, pero no se preocupa en problemas de otra índole. Es correctivo, no reflexivo; es un buen instrumento para las madres correctas, que van para el gimnasio y se maquillan muy bien, pero no para los hijos curiosos que buscan respuestas al mundo que les llega cada vez más rápido en las redes y el internet.

            El segundo vector es de valores republicanos y humanísticos. Tiene a su vez dos líneas. La primera es identitaria y cultural. Nos hace parte de una memoria nacional común, de un ideario. Habla de héroes civiles y de padres y de madres que crearon las condiciones para nuestra vida presente, y también de formas culturales que nos dan pertenencia: populares, folklóricas, literarias, artísticas, sociales, históricas. La segunda es liberal en el sentido político. Se interesa por la reflexión crítica, porque sabe de la necesidad de una esfera común racional que nos persuada a pensar lo mejor para los demás, a buscar alternativas importantes. Martha Nussbaum lo dice claramente: “…cultivar la capacidad de reflexión y pensamiento crítico es fundamental para mantener a la democracia con vida” (29).

            El tercer vector tiene que ver con principios de inclusión democrática, lo que Hanna Arendt llamó el “derecho a tener derechos”. Es la lucha por el reconocimiento, por reivindicaciones políticas, sociales, legales: derecho por la vida, por la libertad de opinión, por la seguridad, por la crítica, por la diferencia. Lucha cultural, simbólica, que si bien defiende la dignidad individual, se labra a partir de lo colectivo. “La propiedad del ser humano es la construcción colectiva o transindividual de su autonomía como individuo” (78), explica Homi K. Bhabha. Es el lugar donde las minorías desplazadas, o negadas (pobres, inmigrantes, disidentes, perseguidos) nos reclaman o interpelan para repensar nuestros lazos sociales, nuestras maneras de encuentro y vínculo. Según Étienne Balibar, siguiendo a Claude Lefort, su legítima demanda nos obliga a re-inventar la democracia constantemente no sólo porque constituye una suerte de síntoma de falsa universalización de los derechos humanos (muestran su excepción), sino porque nos interpelan éticamente para crear nuevos lazos de comunión.

            De estas líneas o vectores, lo que ha dominado en Venezuela es la primera; la miss bonita hablando de cómo ser “dignos” y serios. Lamentablemente la segunda línea ha sido muy descuidada, tomada por un culto bolivariano y gerencial chato, y la tercera desdeñada; por esto terminamos votando por un militar mesiánico. En estos momentos, con el chavismo, las tres se han ido mutando progresivamente: la primera sustituida por una pedagogía militar, la segunda sustituida por el humanismo del ideario del nuevo hombre revolucionario y del culto bolivariano llevado hasta su máxima expresión, y la tercera raptada eventualmente bajo el chantaje clientelar de ceder algunos derechos políticos (el de libertad de conciencia, el de crítica, el de seguridad). Quince años de atropellos lo demuestran claramente: listas Maisantas, pagos, amenazas de colectivos, inseguridad, militarismo, falla de información.

            Ahora, concentrándonos en la tercera línea de ciudadanía, podemos ver cómo ha habido una sistemática des-ciudanización del crítico y opositor. Primero, fueron borrando su derecho a la crítica con insultos, descalificaciones, medidas penales, amenazas. Segundo, fueron minando su libertad de conciencia con chantajes sociales y políticos: si trabajas para el gobierno debías ir a marchas y firmar documentos con la amenaza de no tener empleo, o debías votar por ellos porque te podían despojar de algunos de los programas sociales. Tercero, fueron minando su derecho a la vida, con falta de políticas de seguridad e impunidad deliberadas, con falta de políticas de salubridad y de gobernanza públicas efectivas. Cuarto, fueron suprimiendo su derecho a la información: falta de medios autónomos, censura y auto-censura, complicaciones al acceso a las fuentes, uso de estadísticas sesgadas. Quinto, fueron restringiendo su derecho a la protesta: marchas paralelas para aminorar el impacto de las marchas opositoras, grupos para institucionales que salen a agredir y meter miedo, restricciones arbitrarias para dar permisología, criminalización a los protestas, grupos infiltrados.

            Ahora bien, esas condiciones de “des-ciudadanía” y esa nueva ordenación que produjo el chavimos de los tres vectores que he mencionado antes, ha sufrido al menos por un momento un quiebre con esta manifestación estudiantil. Un quiebre que ha operado bajo dos dimensiones: ha abierto una ventana a la indignación, a no querer seguir el juego de chantajes del gobierno, y ha puesto en evidencia no sólo el proceso de pauperización que muchos han vivido en el país, sino también el carácter represivo del gobierno, su pulsión totalitaria.

            Pero, cuidado, digo “por el momento”, porque todo se está radicalizando y el aparato represivo del Estado está ocultando y distorsionando información. No sé en qué puede terminar todo. No lo sé ya.

            Sólo pienso en lo que pudimos hacer mejor. Sólo en eso. Reconozco el trabajo loable que han hecho y hacen nuestros dirigentes, pero igual pienso en cosas que nos faltaron hacer a todos. Si la alternativa democrática quería trabajar en serio, necesitaba pasar por la construcción de una ciudadanía que pudiese conjugar mejor esos vectores que he mencionado. Necesitaba hacer del “elector” un ciudadano, acercarse a su realidad, a sus demandas, exigiendo a su vez compromiso y valores. Debía reconstruir la identidad nacional, cosa que  nunca les interesó hacer con verdadera seriedad. El chavismo construyó un imaginario y por eso ha sido difícil interpelarlo; se sienten parte de algo, que nosotros no ofrecemos con discursos de casas limpias o de valores abstractos; un imaginario que excluye a sus “críticos” y que se actualiza en el odio con que colectivos y militares golpean a “ciudadanos”.

Ahora la alternativa está errática. Sin mensaje claro. Me imagino que pronto se verán figuras de liderazgo que pueda capitalizar el descontento y conducir todo esto a un buen camino. Sólo espero eso. Henrique va oliendo mejor la situación, se notó en la manifestación de este sábado. Fue alentador verlos a todos, incluso a los que se equivocaron de estrategia o de no tener estrategia. La responsabilidad va para los dos bandos.

Termino aquí, viendo en las redes lo que está pasando. Me siento impotente. No puedo hacer nada sino escribir y pensar en “caliente”, con el dolor en la garganta de los estudiantes asesinados y, al parecer, torturados. Pienso que si no hay signos claros de diálogo, se tiene que encauzar el descontento con un cronograma de protestas claras y definibles, pacíficas, conducidas por la oposición. Quiéranlo o no. No queda otra. Eso es lo que creo. Tengo varios días sin dormir, como varios amigos, que sufren por igual el país. ¿Qué pasará? No lo sé. Sólo pienso en los estudiantes, en lo que defienden, en lo que los llevó a exponerse de esa manera para perder la vida.