.


MENÚ

"Es la mundanidad humana la que salvará a los hombres de los peligros de la naturaleza del hombre"
Hannah Arendt

15 mayo, 2017

La voz desencarnada


Juan Cristóbal Castro
-“¿Cual revolución? Si este gobierno es hambre, miseria y corrupción”
-“¿Quiéeenes somos? Venezuela. ¿Queeé queremos? Libertad”

I
La pregunta es pertinente: ¿cómo es la voz del pueblo cuando la secuestran? Sin duda altisonante, a tal punto que no deja escuchar otras modalidades. Sus falsos intérpretes, ventrílocuos ideológicos que trafican con fantasmas, la ponen a funcionar con cantos épicos de un supuesto pasado glorioso, con modulaciones grandilocuentes de otros tiempos, con retóricas incendiarias y dramatizaciones polarizadoras y victimarias.
La confeccionan para ser parte del cuerpo trascedente de un líder, títere siniestro, y la proyectan en audífonos, murales, desfiles, cadenas de televisión y radio. El pueblo así es visto como algo homogéneo y se “expresa con una misma voz”, tal como describe Pierre Rosanvallon al hablar de la noción que tenía Carl Schmitt del mismo, tan afín a  las concepciones de Ernesto Laclau y otros teóricos decisionistas del chavismo.
Hablan de un hombre nuevo, de una encarnación revolucionaria, de una segunda venida del pobre desdeñado, del sujeto latinoamericano. Redirigen mitos y los maniobran.
Así, con frialdad de un adivino que juega con predicciones dudosas, dejan vibrar esa voz bajo una estela constante que busca romper con la resistencia de conciencias individuales, espacios privados, derechos singulares, disidencias heterogéneas,  lugares autónomos. Con ello  se busca, como las valquirias de Wagner, penetrar en todas partes con el hechizo altisonante. ¿Cómo frenarla, cortarla y pluralizarla? ¿Cómo desarmar su dispositivo sonoro para sacarla del cuerpo que la ha secuestrado, del líder que la ha encarnado, y ponerla a funcionar de nuevo en los reclamos de una vida digna y justa?
La respuesta es difícil. Siempre es complicado pelear contra los dioses cuando los hombres usan sus cantos, y más aún mostrar que sus paraísos en la práctica pueden conducirnos a temibles infiernos. Se ha tenido que llegar al hambre, a las calumnias, a los golpes, a jugar el juego de quien nos niega, a los maltratos y las desconfianzas, para ir mostrando el secuestro, para ir desnudando la falsedad, esperando con dificultad el traspiés, el ruido inesperado que saque la voz del lugar donde la secuestraron.
Pero ese tiempo empieza de muchas maneras y toma energía en madurar. Puedo recordar ahora un momento, tan prosaico y significativo como los que verdaderamente cambian la historia, tan local y distorsionante como sucede en todo acontecimiento discontinuo.

II
… lo inaudible se hace oír, lo imperceptible aparece como tal:
ya no el pájaro cantor, sino la molécula sonora
Gilles Deleuze/Félix Guattari

Empieza en un funeral con unos estudiantes a comienzos del siglo XX, cuando el dictador Juan Vicente Gómez encarnaba al pueblo desde su origen campechano. Un momento significativo que, a decir de Manuel Caballero, “se produce la separación entre el país que habla y el país que calla”.  Ahí se logró un corte, un desvío, rompiendo la sonoridad del poder en su momento más abusivo, en el que se dio esa “hendidura” de la cual habla un hermoso poema de Rafael Cadenas, gracias a la cual el país “busca su verdadero rostro para curarse”.
Un gesto sonoro que comparte las búsquedas por el reconocimiento de los registros regionales en poemas de un Andrés Eloy Blanco o un Antonio Arraíz, o de las búsquedas de una sonoridad híbrida, entre irónica y experimental, de un Salustio González Rincones, parecidas a lo que en el Caribe  mostraron autores como Nicolás Guillén con Sóngoro cosongo o Luis Pales Mato con su fascinante Tuntún de pasa y grifería.
El canto canta:
¡Alá y Balaja! ¡Sigala y Balaja! 
-Sacalapatalajá!
-¡Sigala y Balaja! 
-Sacalapatalajá!
-¡Y Ajá! ¡Y Ajá! ¡Y Sacalapatalajá!
-¡Y Ajá! ¡Y Ajá! ¡Y Sacalapatalajá!
-¡Y Ajá! ¡Y Ajá! ¡Y Sacalapatalajá!

Surge escuchando el ceremonial de unos rabinos en el velorio de un profesor judío. Se le adjudica la autoría, si seguimos la versión de Miguel Otero Silva, a un estudiante de apellido Estanga, quien además era provinciano y mulato; como toda gesta verdadera, no importa quién haya sido, salvo alguien que es uno y varios a la vez; hermosa aporía de los pueblos: siempre singulares y plurales. Su poder es anónimo y colectivo.
El ceremonial inesperado y performativo se revestía de celebración y crítica. Los estudiantes se reunían, agarrándose de la mano, y uno de ellos se colocaba en el centro llevando la iniciativa del canto, mientras los demás le respondían y bailaban, sacando las piernas como un baile ruso.
Se cantó y se bailó bajo palabras desarticuladas., sonidos de otros idiomas que se fusionaban con tonalidades regionales. Era abierto y heterogéneo. Rompía diferencias de clase, de identidades. Y es que así habla el pueblo de pronto cuando menos no los esperamos; es casi una reine Sprache en términos de Walter Benjamin: lugar de cruce de discontinuidades sonoras y verbales donde se unen sujetos y tradiciones diferentes, donde la voz y el cuerpo se rebelan contra las determinaciones del poder y sus formas de encarnación.
III
Levanté la voz. Sé que nunca debo hacerlo,
porque no logro detenerme. Mi voz sale y se
devuelve. Me amarra y se marcha. Ella queda
afuera, viéndome y yo hablo, me reviento los
oídos y la lengua, hasta que regresa y me calla,
atravesada en mi garganta.
Miyó Vestrini

Hoy se abre de nuevo un espacio de discontinuidad con un fervor nunca antes visto en la historia del país, mostrando otra vez el síntoma de la falsa armonía del poder, de su proyecto paradisíaco. Time is out of joint.
El pueblo, o los pueblos, salen otra vez y reclaman su voz, entre el ruido y el silencio, entre la vociferación discontinua y el reclamo lógico. Sale y salen con la vanguardia de sus estudiantes exponiendo de nuevo sus cuerpos, sus carnes, sus miembros, y en ellos surgen esas otras voces del pasado que se opusieron a Guzmán Blanco, a Gómez, a Pérez Jiménez, a los excesos y arbitrariedades que hubo también en la democracia. Van desarmando los límites territoriales y políticos: Oeste contra Este, chavistas contra opositores, pueblo contra élite.
 Es una voz, llena de voces, que sale luchando contra los dispositivos simbólicos que han querido vincularla al poder, contra la sobre-dramatización mediática que trivializa sus gestos y su desamparo, contra el consenso latinoamericanista que hubo en la región y que todavía busca minimizarla, contra los prejuicios neocoloniales que sostienen desde afuera que no somos un pueblo democrático y por eso la violencia militar es necesaria. Contra eso, y contra otros factores más, el pueblo se expone. Exposición que a su vez muestra su vulnerabilidad. Como diría Georges Didi-Huberman, los pueblos, al estar expuestos, están en peligro, pues están siendo vulnerados. Sólo se exhiben ante el teatro de lo público y lo mediático “por el hecho de estar amenazados”.
No es asible, asimilable, la voz de este pueblo, que es una y muchas a la vez, y que irrumpe durante cuarenta días en una acontecimiento inesperado. Se mueve en los cortes y las fisuras de las políticas de la representación de estos tiempos cínicos lleno de post-verdades.
Por un lado, está la mediatización sensacionalista que circula en programas de televisión, domesticando el dolor, acostumbrando al espectador a lo intolerable; si bien los nuevos medios muestran esas zonas de lo real que el gobierno quiere negar en lo que el crítico Gonzalo Aguilar ha llamado “bioimagen”, también exponen estas regiones en su reproducibilidad a modelos de construcción representacional amarillistas y hasta triviales de las grandes cadenas de TV. Por otro lado, está la prohibición del Estado Nacional que se mueve al mismo tiempo operando bajo varias formas de intervención; los hechos que se le escapan con la censura, los atrapan después dentro un marco interpretativo en el que se imponen los residuos de la geopolítica chavista, de la marea rosa, de la colonización de un pueblo mitológico latinoamericano que ellos mismos “encarnan”.
Sin embargo, la voz ruidosa, plural, quejumbrosa, no se cansa. La vemos penetrando lo mecanismos de la censura, entre videos de aficionados y cámaras de periodistas extranjeros. La vemos irrumpiendo el miedo, luchando entre balas inesperadas de colectivos miserables, tan idealizados por académicos descoloniales y postsubalternos. La vemos ahí, saltando bombas lacrimógenas llenas de humo pernicioso, lidiando con barreras y cruzando hasta el río Guaire.
 La vemos en los rostros de las víctimas que han matado; en esa señora que salió, exponiéndose, a parar una tanqueta con gran valentía; en el coraje de ese muchacho sin camisa que, en medio de una abatida sin compasión de la Guardia Nacional, seguía tocando cual “Florentino contra el diablo” el cuatro; en el cuerpo desnudo de ese otro muchacho que interpeló a las tanquetas recibiendo perdigonazos por toda su piel.
Siguen y siguen. Se ven en las acciones de los artistas Erika Ordosgoiti, Iván Oropeza o Cristobal Ochoa; en la intervención frente al Teresa Carreño con la pancarta “Salimos del Guaire limpios de conciencia”, en orquestas que tocan música clásica en la calle, en músicos con capuchas que confrontan los perdigones en lo que podemos llamar como la “rebelión de los violines”, y en grupos de tambora que cantan pidiendo paz para el país y prosperidad. También la vemos en las marchas con mujeres desnudas, mostrando sus partes íntimas, sus pechos con cicatrices ante militares o policías de una Gobierno de acento machista y homofóbico, o en las protestas de gente mayor de edad, que siguen impertérritos antes los acechos de la Guardia Nacional y los colectivos.
Siguen los ruidos proliferando y crecen y se diseminan las intervenciones. Se ven marchas pacíficas de la MUD con ciudadanos vestidos de blanco. Se ven guarimbas en algunos lugares y trancazos en otros. Se ven saqueos, escraches fuera de Venezuela. Hay ira, hay dolor, hay impotencia. La gente está movilizada. Se ven apariciones repentinas en las mañanas por lugares del gobierno, tal como lo han hecho nuestros líderes políticos para exigir respetar la constitución, y cacerolazos en barriadas, o gritos y consignas de protestas en esquinas y calles. Hay vírgenes y santos, hay afiches con rostros de los caídos, hay estatuas de Chávez derrumbándose.
El pueblo habla con muchas voces, repartiendo el ruido y la voz, el silencio y la algarabía bajo otras coordenadas distintas al mandato del bolivarianismo socialista. Reclama ahora mismo el futuro de una comunidad por venir, el proyecto de una republica que reconstruya las piezas sueltas de una melodía discontinua y fragmentada.
III
Esta energía hecha lenguaje impertinente y descontrolado es capaz de desbordar (…), de pervertir sus producciones y hasta de darle visibilidad a otros cuerpos y otras sensibilidades
Gina Saraceni

            Insisto una y otra vez. La voz que se viene escuchando es una voz múltiple, vigorosa, enfadada, de varios sujetos y comunidades, con varias demandas que giran en torno al estado nacional. Una voz que quiere ser oída, que quiere ser vista, que quiere romper el cerco en donde la han puesto para negarla. No tiene un líder que la canalice estratégicamente o que sirva como receptor y modulador de sus diferentes demandas, sino varias figuras y personalidades, y una organización que busca articular sus reclamos.
            Es, como diría Judith Butler, una persona que por unos instantes “habla al mismo tiempo que otra produciendo cierta sonoridad plural inintencionada”. Persona, que en sus orígenes significa “máscara de un actor” pues aparece dentro del teatro de lo publico, y que  es también “la parte más viva de la vida humana, el núcleo viviente capaz de atravesar la muerte biológica”, según María Zambrano. Ella es una y muchas. Muchas voces sonando con sus cuerpos expuestos que se “reúnen en un mismo espacio y tiempo, o a través de circuitos que conectan diversos espacios y tiempos”, como diría Butler.
Durante estos ya casi veinte años ha habido varios dispositivos que la han ido invisibilizando, o en el mejor de los casos neutralizando, bajo una particular economía simbólica.
Recordemos la apropiación del lenguaje público en la introducción de nuevos usos y categorías históricas y nacionales (cuarta y quinta república, patria, pueblo). Recordemos la introducción en ese espacio de léxicos trascendentales (lealtad, traición, revolución). Recordemos también la naturalización de descalificativos deshumanizadores para hablar del opositor (pitiyankee, escuálido, guarimbero, terrorista).
Pensemos además cómo cierta izquierda radical, que bien se casó con el régimen de forma muy ciega, ha venido instrumentalizando la noción de pueblo, multitud, masa, democracia popular, vinculándolo al chavismo como un movimiento de transformación social; lo paradójico es que éste siempre ha hablado dentro del contexto nacional de pueblo de manera orgánica, esencialista y sobre todo excluyente, marcando un adentro de un afuera identitario. Pero igual la maniobra es la misma: controlar en lo interno, mientras que en lo externo se vende otra imagen distinta para ganar complacencia.
Junto a ello está la colonización del espacio público: las calles se cuartaron con marchas, alocuciones, festividades; la televisión y la radio, con transmisiones en vivo de esos eventos en cadena, por no hablar de los pactos con los medios y las respectivas compras para ir progresivamente censurando bajo diferentes maneras. Además casi todos los espacios culturales se tomaron como medios de propaganda, variando en estilo y apuesta, sin obviar cómo fueron precarizando la educación pública y proponiendo todo un sistema alternativo de escuelas y universidades fieles al régimen. De igual modo, si bien en lo formal se daba una apariencia de independencia en las instituciones, los usos e interpretaciones de las leyes que se daban siempre tenían como horizonte último beneficiar la “revolución”, y eso iba desde las trampas para proponer condiciones parcializadas en las elecciones, como las sentencias en contra de políticos o críticos del sistema.
Fueron además capitalizando los barrios como zonas “chavistas”, evitando que sectores opositores participaran y circularan allí. Luego, con los llamados “Círculos bolivarianos” y  “Colectivos”, que una vez fueron agrupaciones sociales legítimas, terminaron de convertirse en grupos armados y para-militares (no todos, por fortuna, pues otros sí lograron mantenerse haciendo labores dignas). Y estos, cuales mafiosos, empezaron a controlar a los ciudadanos de estas barriadas no sólo vigilando sus posiciones políticas y sus modos de circulación, sino sectorizando la misma ciudad, perpetuando así la división que supuestamente el chavismo quería superar y acabar.
La voz que escuchamos ahora pugna por la visibilidad y la audibilidad, deshaciendo el paradigma que determina estos dispositivos y des-encarnando la voz secuestrada. Busca quebrar marcos interpretativos todavía dominantes, incluso a nivel internacional, que seleccionan los ruidos entre un bando y otro, que interpretan las imágenes que circulan todavía con presupuestos de la geopolítica chavista. Busca suturar esos espacios de división para hacerse reconocida en un litigio y negociación mutuo que desemboque en un acontecimiento, en una verdadera transición, en un modelo porvenir donde podamos escucharnos todos de nuevo.

13 agosto, 2015

Relato Penitenciario


                                                                                                                   Amada Granado

10.12.11

Rumbo al aeropuerto Santiago Mariño, en la isla de Margarita, iba conversando con José Gregorio, un surfista, predicador y taxista, quien me hacía carreras. Al pasar por el frente del Penitenciario de San Antonio, me dijo: “tengo un amigo que estuvo cinco años en ese sitio, por narcotráfico, y estando preso se hizo evangélico. Ahora está libre y siempre va a dar charlas religiosas a ese lugar”. Pero claro, ese sitio es el ¡Venezuela’s Prison Paradise! Cómo olvidar ese video reportaje del New York Times. De inmediato pude imaginarme a los presos en un día vacacional, esos que se hacen eternos, nadando y chapoteando en la piscina del Pran. Le pedí a José Gregorio el teléfono de su amigo ex convicto.

16.12.11

Me reuní en una panadería de la Av. 4 de Mayo con Juan. Me contó sobre su antigua adicción por las drogas, cómo se ganaba la vida traficando cuando en un fallo de cambio de Guardia Nacional, sin previo aviso, lo capturaron con heroína en la maleta. Le dieron condena de diez años pero, por buena conducta y entrega suprema al Evangelio, se la redujeron a cinco bajo libertad condicional. Le conté de mi proyecto, mi gran interés en pasar un día con los presos en la piscina del Pran y que la única manera de lograrlo era con su ayuda.

24.12.11

Me puse una falda hasta los tobillos y me recogí el cabello. Me encontré con Juan y su esposa en la entrada del Penitenciario. Me propuse ser invisible pero no funcionó, los nervios no me dejaron. Mi primera impresión fue la de estar en medio de un pequeño infierno contenido: los malandros más poderosos armados, ni un solo guardia adentro, todos apostados afuera para controlar a quienes entran y salen del penal. Mesas de pool, altares, piscinas, una gallera, chivos, palmeras, armas,  drogas, niños y carpas de familiares por ser época de navidad. Muchos detenidos y familiares desesperados porque Juan les echara una bendición. Entretanto, me acerqué a la zona del Conejo, el gran Pran de la cárcel, y uno de su séquito me preguntó por qué iba vestida así… (y es que claro, no puedo aparentar algo que no soy, menos en ese mundo). Me dijeron que pasara al rato, Conejo aún dormía. No aguanté. Ni los nervios ni el hambre me lo permitieron. Por un momento pensé que me iba a desmayar. Y es que ese olor, además. Me disculpé con Juan y su esposa. Me fui a mi casa.

30.12.11

Juan no pudo llegar. Entré sola. Nuevamente alguien de la entrada me escoltó hasta la zona del Conejo, pero me dijeron que regresara más tarde o mejor al día siguiente.

8.01.12 
 
Rumbo a la cárcel el taxista me preguntó si iba a visitar a alguien. Le conté que intentaba sacar un trabajo y pensaba pedir un permiso. Me contó que muchas mujeres van solas, profesionales, sin ser “de la mala vida”, con educación; se van a buscar hombres allá adentro, porque son más salvajes en la cama. Al llegar al penal un guardia me presentó a Reyes, uno de los porteros del Conejo. Cuando me acerqué guardó su pistola en el pantalón. Me comenzó a interrogar, con esa mirada acribilladora: cómo me llamo, qué hago, para quién trabajo. Al decirle que no soy periodista sino fotógrafo y mi intención era sacar un proyecto artístico, se relajó. Me explicó que el Pran no quiere saber nada de periodistas, porque la gente del NY Times lo dejó muy mal parado con ese reportaje. Le dije que mi único interés era mostrar lo que hizo con las piscinas y le conté de mi proyecto Guaire. Caminamos, fuimos a buscar al Conejo. El mismo retrato: presos jugando pool y música de fondo. Su jefe no me pudo atender porque recibía otra visita. Reyes me prometió que por ser su hombre de confianza conversaría con él sobre mi caso. Me dio su número para que lo llamara y darme una respuesta, y comentó también que lo más seguro era que, si me daba la autorización, él tendría que estar en todo momento conmigo, supervisándome. En la noche me compré una nueva línea de celular, llamé a Reyes y cuadramos la cita para el próximo miércoles, sólo que más temprano de lo acostumbrado.

11.01.12
 
Mi amiga Nina me pasó a buscar para llevarme hasta el penal y esperarme en la entrada. No pude ni llegar hasta la cárcel. Le pedí que me llevara de vuelta a casa.

12.01.12

Me encontré con Juan en el Barco Museo que está ubicado en la entrada de Parque el Agua. Me contó su experiencia con el Pran anterior, el que estuvo durante su período en la cárcel. Habló de algunas violaciones a visitantes, a modo de venganza entre pabellones. Estaba entrando ya en zona de terror. Y comenzó el pánico.

19.01.12

Llamé a un periodista. Preferí no profundizar en detalles sobre mi propósito en la cárcel. Me contó toda su experiencia y ofreció acompañarme, ya que a él lo trataron muy bien. Quedamos en reunirnos en Caracas.

23.01.12

Me reuní con el periodista en Los Próceres. Llevó una cámara para mostrarme fotos que le tomó al Conejo en su oficina/habitación junto a la Ministra Iris Varela. La misma foto que ha rodado por las redes sociales: ambos abrazados y sentados en la cama del Pran.

28.01.12

Le compré un boleto ida y vuelta el mismo día al periodista. Llegamos al mediodía a la cárcel. Tuvimos que esperar alrededor de tres horas dentro. Un preso nos hizo de guía turístico por toda la aldea. El logo del Conejo es el mismo que diseñó Art Paul para la revista Playboy y está por todas las paredes del pabellón. Tuve incluso el honor de conocer a su chef personal. El periodista siempre se presentó como periodista de Últimas Noticias y amigo de la Ministra. Unos hombres armados pasaron junto a nosotros y uno de ellos me amenazó con su mirada retadora. Al rato entró un guardia, nos exigió en tono alarmante que saliéramos antes de que algo malo nos sucediera. Al salir, vimos a un teniente acompañado por unos diez guardias. Me reclamaron y me dijeron que si tenía que pedir un permiso debía ser directamente al director del penal y no a un preso. Que no regresara más. No querían nada con periodistas.

6.02.12

Después de darle muchas vueltas llegué a la conclusión de que lo mejor sería explicar o aclarar que el proyecto no iría en contra de ellos, así que fui a la cárcel con la única intención de reunirme con el director. Lo esperé alrededor de dos horas en la entrada. Cuando llegó me presenté. Le comenté mi gran interés por mostrar lo que había hecho el Pran allí dentro. Asumí que había sido un gran error haber ido con un periodista, pero que de todos modos su nota de prensa no era negativa. Le insistí  en que tratara de entender que quise llevarlo debido a mi poca experiencia con el tema carcelario, que mi trabajo no les afectaría en lo más mínimo, porque siempre me había interesado resaltar la calidad humana. Me confesó entonces que, ese día que estuve en el penal con el periodista, fue el mismo Pran quien lo llamó y le pidió que nos sacaran. Finalmente entendió mi propuesta y me dio el número celular del Conejo. Me pidió que no le
dijera que me lo había dado él. Quedamos en que lo llamaría a finales de la tarde. Me dio luz verde para que llamara al Conejo y así lo hice. Finalmente hablé directamente con el Pran y le pedí que entendiera que de verdad no era periodista y que mi trabajo no le iba a afectar para nada. Me respondió: “ajá, ¿y cuándo vas a venir a tomar las fotos?” Le pregunté si podía entrar con mi cámara y me dijo que le preguntara al director. Llamé de nuevo al director y me dijo que hablara con Conejo. Me dio a entender que hay cámaras que se cuelan, que si me las ingeniaba podía trabajar con la de algún preso.

8.02.12

Nuevo día en el Penitenciario. Busqué a Reyes. Me dijo lo mismo que la vez anterior: el Conejo estaba ocupado recibiendo a una visita. De pronto, otro de sus luceros le dio una señal y me dijo: “vamos, el Brother te va a recibir”. Comenzamos a caminar y de pronto tenía a muchos hombres armados caminando detrás de mí. Me asusté. Pregunté qué sucedía y se comenzaron a reír: “ah, es que tienes miedo”. Salí corriendo. En la entrada otra vez los guardias: “¿qué haces aquí?, ya te dijimos que no regresaras más, ¡vete!” Salí y en la entrada principal de la calle me puse a llorar de pura frustración. Los siguientes días estuve reflexionando en cuanto a la importancia de la calidad fotográfica de este proyecto. De si era necesaria o no. Concluí que, a esas alturas, después de tanta guerra de poder en la que me vi envuelta, si lograba que el Conejo o alguno de sus hombres acabaran tomándome a mí una foto: habría ganado mi batalla. Una turista invasora vista a través de sus ojos.

13.02.12

Llamé por teléfono al Conejo y con su tono de capataz de hacienda me dijo: “yo te estaba esperando el otro día en mi oficina, pero saliste corriendo. Ven el sábado que viene a las nueve de la mañana y yo mismo te voy a buscar a la puerta”.

18.02.12

Los luceros me quisieron asustar. Reyes me pidió que esperara un rato más. El Conejo nunca salió. A casa nuevamente. Derrotada.

18.03.12

Hoy extrañamente Reyes me dio una información que nunca me había dado: “el Brother tiene una segunda voz”. Su mano derecha, quien toma también decisiones. “Se llama Rafael” -y me lo señaló. Esperé que
terminara de hablar por su BlackBerry. Me le presenté. Me dijo que ya me había visto varias veces, incluso en las que salía corriendo. Le conté lo mismo que al director. Me preguntó “¿y que ganamos nosotros con todo esto? Obviamente la que gana eres tú”. Le dije que claro que ganaban: “quedan bien ante todos los que están afuera de este sitio, más aún después de la noticia del NY Times”. Le dije que lo pensaba hacer con un equipo muy discreto y unas cámaras desechables. Me respondió: “si nosotros lo aprobamos, le damos la orden al director y te dejarán pasar con las cámaras”. Quedamos en que el sábado siguiente lo buscaría de nuevo y nos sentaríamos para mostrarle imágenes de mi trabajo. Y entonces reconoció: “se ve que eres muy insistente, no has dejado de intentarlo”.

25.03.12

Hoy fui a visitar a Rafael. Le llevé dos fotos de Guaire y una foto que tomé de un rancho con una piscina, visto desde metro cable. Me preguntó: “por qué insiste tanto en esa piscina, no es nada nuevo, ya todo el mundo sabe que existen, es más, yo le tomo una foto con mi celular y te la envío”. A todas estas yo estaba sentada junto a él y del otro lado estaba sentado un preso que acariciaba la cabeza de su cachorro con una mano mientras con la otra sostenía un arma. Completaban la escena niños que revoloteaban alrededor en traje de baño y vendedores de chucherías. El sitio iba tomando cada vez más un ambiente de club; y yo, progresivamente, me sentía más relajada dentro deese escenario. Entonces le dije: “bueno, después de tanto insistir, quiero tomar mis fotos y les juro que ya nunca más sabrán de mí”. A lo que respondió: “Si haces algo malo, nosotros recordamos las caras”.
A los pocos días llamé a Conejo. Le pregunté si llevando mi propio chip me prestarían una cámara. Me dijo: “claro que sí”.

15.04.12

“Hoy es el día, hoy es el día, hoy es el día”. Eso lo he estado repitiendo desde ayer. “Nada malo va a pasar, nada malo va a pasar”. Llegué a la cárcel, había una enorme cola en la entrada. Muchos niños. Eso me dio confianza. Había cambio de guardia. Tenían otra dinámica para dejar pasar a la gente, por lo visto, una más complicada. Tuve que esperar como dos horas. Llegué a la revisión. Me quité la ropa. La chica encargada de la seguridad me preguntó qué tenía en el bolsillo. Saqué la tarjeta de memoria. Me pidió que la dejara en la entrada, pero como no me siguió, pasé con mi tarjetica. Al entrar, sólo miré a Reyes, quien estaba sentado en el banquito de siempre. Le dije: “Reyes, hoy es el día”. Y me respondió “no, chama, Rafael acaba de entrar al cuarto con su novia y el Brother recibe una visita”. “Qué va, Reyes, no me voy de aquí hasta sacar mis fotos. No puedo seguir en esto”. Llamó desde su celular a Conejo: “brother, aquí está la periodista, la de las fotos”, y luego dirigiéndose a mí: “chama, vas a tener que esperar mucho”. “¿Por qué le dijiste que soy periodista, si sabes que no es así?”. “Chama, aquí todos sabemos desde el día número uno que tú eres periodista, pero tenemos claro que no quieres hacer nada malo ya que sólo son fotos en el área de la piscina. Aún no entendemos bien por qué quieres hacer eso, pero está bien, sabemos que no es para nada malo”. Pensé entonces: “a estas alturas qué importa lo que soy, si sigo siendo la misma turista, la misma que se paseó por el Guaire, por el Humboldt y entre tanta agua turbia he llegado hasta la piscina del Pran”. Caminamos y nos sentamos en una mesita que estaba en el jardín. Reyes me contó su historia desde que entró en ese sitio. Tuvo que pagar 5.000 Bs para hacerse su habitación y, según él, está en la mejor cárcel de este país. De pronto hizo una pausa y dijo: “chama, el Brother salió de su habitación”. “Reyes, por favor, hazme el protocolo. Llévame a donde está. Preséntamelo”, le dije. Reyes se rió. Lo señaló. Fue como ver a Buda (el doble de gordo a como se veía en las fotos). Se le acercó un vendedor/mesonero con ostras. Mientras me hablaba se las comía. Me dijo lo mismo que todos: “sólo puedes tomar fotos en la piscina, lo del NYTimes nos jodió mucho”. Me insistió en que no podía tomar fotos de armas ni drogas. Le pregunté si tendría protección ya que me iba a quitar la ropa, porque yo también saldría en una de las fotos en traje de baño. “Pues claro, no hay problema”. Mandó a llamar a un preso, que era el que se ganaba la vida allá adentro como fotógrafo los fines de semana. Pensé: “vaya, ¡un colega!” Sacó dos cámaras de pocket. Mi chip le quedó a una. Conejo le dio la orden de que no se separara de mí nunca. Debía supervisar mis fotos. También le ordenó a Reyes darme una ronda de vez en cuando. Entramos. ¡POR FIN! Entré a la burbuja soñada. Niños extasiados de felicidad alrededor de la piscina del club de fines de semana. Uno que otro preso flotando en el agua. Tal cual como me lo imaginé cuando pasé en diciembre en el taxi. No lo podía creer. Todo estaba a mi favor.

Finalmente me pude quitar la ropa. Me senté a la orilla de la piscina con un loro (la mascota de un preso). Nadie me dijo nada. Todos me respetaron. Sólo un preso me pasó por al lado y me dijo: “eres una reina”.

Amada Granado























 © Amada Granado


Nota:
Algunos nombres en este relato fueron cambiados. Este texto se publicó previamente en el blog  Backroom Caracas.


La serie Penitenciario se puede ver en la siguiente dirección:

http://cargocollective.com/amadagranado/Penitenciario